17 de marzo de 2010

El niño que decidió no respirar

-Señora, señora!!

   El grito rompió el embriagador silencio que reinaba en la casa; para sus habitantes una casa grande, antigua, fría y, a decir verdad, algo tenebrosa.

-Señora, venga por favor!! Es el señorito Matías!!

   Los gritos provenían del tercer cuarto que estaba subiendo las escaleras a mano derecha, pasando por la pintura del viejo tío Mario I, justo a un lado del supuesto jarrón perteneciente a la dinastía Ming; era el cuarto del pequeño Matías, hijo único de Mirna y Mario III, y entre los tres formaban lo que se podría llamar una familia acomodada, la familia Madani Macias.

-Señora, dese prisa!! Por favor!!

   Maura, la mujer indígena que servia como ama de llaves en aquel inmenso caserón ( seria más justo decir que en realidad fungía como lavandera, cocinera, niñera, costurera y demás), era una mujer nerviosa por naturaleza, supersticiosa y temerosa de todo, al punto de que al nacer el niño Matías, había pasado 3 horas en su cuarto llenando los rincones con sal conjurada, para evitar eso de los malos espíritus y duendecillos traviesos; pues bien, esa misma mujer era la que ahora prorrumpía en gritos frenéticos, que de no ser por que la propiedad de la casa abarcaba cerca de una hectárea, los vecinos hubieran acudido a ver donde era el asesinato.

-Señora!! Mire al señorito Matías!!

   Los escalones de la vieja escalera (o antigua, cómo el señor de la casa solía corregir a su esposa) crujieron bajo los zapatos de tacón bajo que siempre usaba Mirna, y se sabe que siempre los usaba pues no le gustaba que sus tacones resonaran por toda la casa cada que decidía ir del estudio a la cocina, o de la sala al baño (era incomodísimo que todos se enteraran hacia donde iba); apresurada terminó de subir la escalera, dobló a mano derecha, paso por el primer cuarto (siempre cerrado), dejó atrás la pintura del tío Mario I, pasó frente al segundo cuarto (el de Maura), y sin prestar atención al jarrón que tan orgullosa la tenia, entró en el cuarto de Matías.

-Señora, mire nada más, no es posible, Dios mio!! No es posible!!

   La escena era digna del mas surrealista cuadro: La ama de llaves de pie junto a la cama, iluminada por una lampara de aceite algo ahumada, dándole al cuadro una tonalidad sepia antiguo, y sobre el colchón, el pequeño infante de 9 años se encontraba hincado, con los brazos cruzados en actitud desafiante, los cachetes inflados y los labios apretados, y en las cejas, una peculiar expresión de berrinche; a los pies del niño, una hoja de papel escrita con la gracia (o falta de ésta) con la que escriben los niños, y la hoja contenía la siguiente leyenda: "e desidido dejar de respirar".

Señora, que haremos!! Como lo hacemos que respire?!!

   Aunque ya desde muy chico Matías había mostrado sus dotes pseudo actorales, Mirna no se acostumbraba a sus berrinches, y, cada que su esposo no estaba en casa y el niño hacia una de sus escenas, le daba una dotación de nalgadas a su caprichoso hijo; así que decidió probar el mismo remedio de nuevo.

   Una, dos, tres nalgadas, y bien dadas por cierto (acompañadas de los obligatorios regaños); pero no, no funcionaron, y aunque una lagrima se alcanzo a escapar de los ojitos de Matías, éste no pronunció ni una sola palabra, ni un quejido, nada de nada.

Hay señora, no le pegue, pobre niño!! Déjeme bajar a la cocina por unas galletas, a ver si eso lo anima.

   Así que la nerviosa Maura, sin esperar respuesta de la señora, salió del cuarto, giró a la izquierda, pasó frente al jarrón, frente a su cuarto, frente ala pintura del tío Mario I, frente al otro cuarto, dio vuelta a la izquierda de nuevo, bajó las escaleras, atravesó la sala, paso por el comedor, y entró en la cocina. Como siempre se estiró bastante para llegar al cajón de la segunda alacena, y tomó el recipiente de cerámica decorado por las mismísimas manos de Matías cuando tenia 4 años. Se armó de galletas y tomo el recorrido de regreso; pero a media sala escuchó la puerta principal abrirse: era el señor Mario III. Un alivio la inundó, al contrario de la señora, el era más que paciente con Matías, de hecho, jamás permitía a su esposa disciplinar con golpes a su hijo.

Hay señor!! que bueno que llega usted!! Suba rápido, es el señorito Matías!!!


   Cuando se trataba de su hijo, su único hijo, su hijo heredero, Mario III no se la pensaba dos veces, así que de nuevo subieron las escaleras, doblaron a la derecha, pasaron los dos cuartos, la pintura y el jarrón, y cuando entraron, Mirna se apartó para que hubiera una conversación de padre a hijo (aunque no sin pensar con un resoplido que lo único que haría su esposo seria "tratar de hacer entrar en razón" a Matías).

Ve señor? le dije, no quiere respirar!!

   De la manera más paciente en la que un padre le haya hablado a su hijo en toda la historia de los padres e hijos, el señor Mario III trató de convencer al pequeño Matías de que respirase; pero el chico estaba firme en su decisión de no hacerlo. Días atrás había escuchado de boca de su profesora de filosofía, la señorita Miranda,  una afirmación tan fuerte, que desafió el carácter terco, indomable y rebelde del pequeño niño: se atrevió a afirmar que ese grupo de inocentes, tiernas y lindas criaturitas no podían decidir si respirar o no!! Según ella, podían decidir muchas cosas, pero dejar de respirar, no era una de ellas.
    Su padre siempre le había enseñado a hacer precisamente todo aquello que le venia en gana, total, para eso era hijo único, y vivían alejados de todo vecino llorón que pudiera quejarse de las travesuras de Matías; para eso tenían a una ama de llaves que estaba dispuesta a soportarle sus caprichos al niño con tal de ser "parte" de esa familia; y para eso, para hacer lo que quisiera, es que su padre se partía la espalda ganando bastante dinero como para arreglar los desperfectos que su retoño pudiera causar; entonces, Como es que esta maestra se atrevía a decirle al mismisimo Matías Madani Macias que no podía decidir si respiraba o no?!!
   Esa "señorita" no sabia de lo que hablaba, y él se lo iba a demostrar.

Señor, no quiere, que hacemos, Dios mio que hacemos?!!

   A lo nueve años de edad, el crío alcanzaba a entender como funcionaba su mundo: papá salia temprano a quien sabe donde, y se pasaba todo el día en ese lugar; mamá se quedaba en casa a hacer quien sabe qué cosas esperando a que llegara papá; "nana" (que era la forma en que le enseñaron llamar a Maura, la sirvienta; no por cariño ni por respeto, no, sino por todo aquello de no dejar pasar las tradiciones y costumbres, por muy clichés que estas fueran) limpiaba y atendía la casa todo el día, hasta la hora de irse a dormir a su habitación, a no ser que  Matías se le antojase algo a media noche; y Matías era la razón por la que todos en la casa hacían lo que hacían, y dejaban de hacer lo que no hacían, en resumen, el centro de vida de la enorme casa con su pequeña familia, era Matías.
   Así que por más que su padre insistiera en convencerlo de que respirar le era necesario, el señorito no desistió de su cometido, le demostraría a su profesora, a su padre a su madre y a todo el mundo (o a todos en su mundo) que el era perfectamente capaz de dejar de respirar, faltaba más.

Señor, señora, mírelo, se esta poniendo moradito!!

   Probablemente si don Mario III hubiera intentado convencerlo de que en realidad quería respirar, o si le hubiera ofrecido las galletas a cambio de que lo hiciera (por que habría que ver el destello en los ojos de Matías cuando vio las galletas en las manos de maura, por poco y se olvida de su cometido), tan solo si se le hubiera ocurrido, probablemente su hijo le hubiera echo caso; pero no, no estaba acostumbrado a imponer su voluntad de padre, o a hacer a su hijo verlo como un amigo, o a alguien en quien confiar, no; lo único que había logrado era agigantar el ego de su hijo, y ahora el chamaco salió con la idea de no respirar, válgame Dios!!

Señor, ya telegrafié al medico, y viene para acá; pero este niño se esta poniendo muy mal! Hay Dios mio!!

   Palabras y suplicas del padre, llantos y amenazas de la madre, gritos y más gritos de la nana; pero no había quien moviera a Matías de su berrinche. Ni siquiera el mareo que estaba sufriendo, o la sensación de quedarse dormido plenamente despierto. Ya no escuchaba bien lo que pasaba en su habitación, solo veía a su padre suplicar por algo (ya no recordaba por que), y a su madre levantar la mano en varias ocasiones (siempre que su padre no la veía), y a su nana Maura dar vueltas y vueltas desesperada. A decir verdad, no entendía por que tanto alboroto, total, lo único que había decidido era no respirar! Que el supiera, eso no lo afectaba mas que a el, y si llegase a afectar a alguien más, se puede arreglar con la cartera de papá.

Iré a abrir, ha de ser el medico, gracias a Dios, gracias a Dios!!!

   Y como si de cobrar una herencia se tratase, Maura salio del cuarto y recorrió todo el trecho que la separaba de la puerta principal (si, incluidos los cuartos, la escalera y la pintura del tío Mario I), pasó de largo por la sala y por fin llegó a la puerta.

Gracias a Dios que está usted aquí doctor Maelán!! venga, venga, de prisa!!

   Al parecer nunca se podrá saber de donde saco Maura la fuerza (y agilidad) para arrastrar al medico de cabecera de la familia por toda la sala, subirlo por la escalera, arrastrarlo frente a los dos cuartos y la pintura del tío Mario I y casi hacer que tirara el valiosisimo jarrón, hasta llegar al cuarto del pequeño niño (que para ese momento estaba casi morado); pero así lo hizo.

Ve doctor!! yo le decía que este niño esta muy mal, haga algo por favor!!

   De nada le valió al doctor Maelán tratar de explicarles a todos en la habitación que ese no era un problema para ser atendido por un médico, sino más bien para un terapeuta, o un psicoanalista: él no podía hacer nada al respecto; excepto claro, tratar de convencer al pequeño de que respirara; pero no era necesario, por muy obstinado que fuese, tarde o temprano su cuerpo lo obligaría, a fin de cuentas, es una necesidad primaria.
   No, ninguno de los presentes podía entender eso. El señor de la casa le ofrecía el triple de lo acostumbrado para que lo hiciera respirar, la señora no paraba de amenazar al pequeño y al doctor (alternando entre los dos), y la sirvienta... bueno, la sirvienta solo se llevaba las manos a la cabeza y se lamentaba; pero nadie le escuchaba, y menos aun le entendían.

Pero como que no se puede hacer nada!! Dios mio, este niño se nos va a morir, señor, convénzalo de hacer algo!!

   Matías seguía sin entender por que hacían tanto escándalo, es más, no sabia por qué mandaron traer al médico. El estaba bien, salvo por que ya no escuchaba nada de lo que ocurría en su cuarto, y lo veía todo más oscuro que de costumbre; pero nada que un par de galletas de las que Maura había guardado en su delantal no resolviera.
   Así que con todo el temple que había logrado acumular en los 35 años de ejercer su profesión, el doctor Maelán tomó sus instrumentos, los metió en su maletín, y se dispuso a salir de esa casa que siempre le causaba una sensación de retroceder a la época medieval (pues esa casa era una de las más antiguas de la región, o eso le hicieron ver a Mario III cuando la compro). Tuvo que sortear nuevamente las alegatas de todos los adultos que se arremolinaban en torno al niño y al doctor; y mientras estos se trababan en una discusión sin ton ni son, Matías cayó, cuan largo era, de bruces en la cama.

Dios mio!! Señor, señora, miren!! el señorito Matías!! Se ha muerto, Dios mio, que se nos ha muerto!!

   El pequeño estaba contemplando la discusión que había en su cuarto, cuando de pronto sintió un mareo muy raro, los oídos le chillaron, la vista se le nublo más y más, y la cabeza la sintió pesada pesada, y cuando menos lo pensó, dejó de ver, dejó de escuchar el chillido y dejó de sentir su cuerpo.

...

   Por un instante todos se quedaron como las estatuas de marfil que recitaba aquel juego infantil, casi parecía que ninguno quería perder; hasta que el medico se abalanzó sobre el infante, tomando con cuidado el cuerpesito del niño y revisando sus signos vitales, fue el único que actuó con cordura: El padre gritaba y ofrecía dinero para que el medico reviviera a su hijo, la madre pedía perdón por el tiempo perdido y por los gritos dados, y la sirvienta, bueno, ella se seguía lamentando.
   Al médico le costó bastante hacerse escuchar en aquel cuarto, donde, más que una pequeña familia, pareciera que había una multitud aterrada; pero por fin los pudo tranquilizar al decirles que Matías no estaba muerto, se había desmayado, y no tenían por que temer, se recuperaría; y si, definitivamente volvería a respirar.

Hay señor, señora, es un milagro, un milagro!! Iré a darle las gracias a mis santos!!

   Maura desapareció, dando ya algunas oraciones, por el umbral de la puerta, mientras que el doctor Maelán, Mirna y Mario III  permanecían al lado de su hijo en espera de que recuperara la consciencia. Cuando por fin Matías abrió los ojos, vio tres rostros extraños viéndolo con una expresión aun mas extraña, apenas si podía recordar lo que pasó: gritos, gente, más gritos, más gente, alguien diciéndole que no podía hacer algo... eso era!!! había decidido no respirar; pero Que fue lo que pasó? Que fue lo que salió mal?! la cosa era sencilla, simplemente dejar de respirar, entonces, Por que no lo había logrado?!
   Poco a poco se enderezó,  y fue reconociendo los rostros de los presentes : ese era el que le daba dinero y juguetes cada que hacia un puchero; y esa, esa era quien le obligaba a lavarse las manos para comer y lo regañaba por ser "grosero" (según ella, claro está), si!; pero al otro no lo reconocía del todo, recordaba que estaba ahí siempre que se sentía muy mal, pero no lograba ubicarlo.
  El señor y la señora abrazaron aliviados a su pequeño heredero, quien, por cierto, no respondió con un abrazo muy cariñoso que se diga; pero se puede adjudicar esto al reciente desmayo y su consecuente aturdimiento. El doctor salió para no mal-terciar la escena familiar tan tierna, y se dirigió a la salida. Maura, que ya había acabado de dar gracias a cuanto santo conocía, entró en la habitación.

Hay señorito, gracias al cielo que esta usted bien!! Es un milagro que no se nos haya muerto!!

   A decir verdad, Maura no conocía muy bien lo que era la prudencia.

Pero vea!! Vea lo que le pasa por andar de berrinchudo!! Se lo dijimos, no puede decidir dejar de respirar así como así, simplemente no puede!! Pero gracias a Dios que está usted bien!!

   Que no podía dejar de respirar, que no lo puedo decidir?!! Jha!! Ya verá esta sirvientita quien es Matías Madani Macias!!!


...

2 comentarios:

g dijo...

jajajajajajajajajajajajaaj me dio tanta risa... cuando lo nombraste por primera vez.. "señorito" jaja
y luego chamaco, y luego pequeño heredero :P

jajaja etc :D


oooh y si quieres pon mas nombres con emeeee aaash
( si si ya se que fue adredeee... re baiiii !!) jajajajaj

me gusto me gusto...

Steff dijo...

Jajaja la parte en ke lo kieren convencer con galletas es buena ami si me convences jajaja

i me enkanto la manera en ke me transportabaas x toda la casa mencionando SIEMPRE el cuadro del tio Mari I jajaja i el famoso jarron

CUTE monroy a tu muy peculiar estilo

te pongo un 10000000000000

Tkm