24 de mayo de 2013

Héroe

   Despejar la mente, tal vez era eso lo que le hacia falta. Abrumado por los ánimos y problemas de casa, todo lo que necesitaba era salir, hundirse un poco en la soledad que la ciudad brinda de noche, donde no eres nadie, donde puedes esconderte de todos a plena vista.
   Lentamente sus pasos se perdieron en la oscuridad de los callejones aledaños; su sombra se proyectaba y desaparecía, intentando darle alcance para brindarle un poco de compañía. Los ojos fijos en el suelo, ciegos a los crueles espectáculos de media noche de aquel barrio triste. 
   Un grito. Lo ignora. 
   Nuevamente, un Grito.
   Se detiene a mitad del callejón, frente a dos figuras apenas visibles que forcejean. Claramente la figura que esta arrodillada es un hombre, y parece fuerte por la facilidad con la que domina a la otra silueta, de quien pareciera venir aquel alarido.
   Mira atentamente, indeciso a que hacer, no es su problema, no es su pelea.
   Otro Grito.
   Antes de darse cuenta, tiene sujeto por el cuello al atacante. Imágenes borrosas, imprecisas. Siente un golpe. Da un golpe. Las piedras rasgan la piel de sus brazos. Liquido tibio acaricia su barbilla.
   Lo tiene de frente, el dolor de los nudillos se ha ido, ya no siente nada. Solo puede ver los ojos de un hombre, suplicantes. 
   De manera sumamente tranquila, descarga problema tras problema en la cara del sujeto.
   Ya no lo escucha quejarse, ya no siente la presión en el cuello que le aplicaba con su mano libre aquel desgraciado.
   Llantos a su izquierda; voltea y se sorprende reflejado en la mirada de terror de aquella a quien ha salvado de sabrá la vida que. Ella se levanta y corre, huye de el, de su salvador. No, así no debe de ser, el es el héroe, es quien arriesgó el pellejo por alguien a quien no conocía.
      Un Grito alejándose.
   Se sorprende corriendo tras ella, la respiración cortada con cada zancada, el sonido de su pulso acelerado, la boca reseca de tanta adrenalina, sabor a hierro en las encías.
   La alcanza; por un momento pensó que no lo lograría, pero su cabello se enredó en las puntas de sus dedos, y eso fue suficiente. Los dos caen al suelo, nuevamente siente la piel de brazos y piernas mordida por las filosas piedras y vidrios. 
   Otro Grito. Lo lastima la proximidad del sonido y la silencia con una mano. Le explica que todo está bien, nada pasa, el es el héroe, no tiene por que temer.
   Siente las lágrimas humedecer sus dedos, mas fluidas conforme arranca prenda por prenda. Ella suplica con la mirada, pero no entiende que él es el bueno, está bien esto, se lo merece, se lo debe.
    Un Grito ahogado; él decide que no puede confiar en el juicio de ella, rodea su cuello con ternura firme, y presiona con gentileza dura. Arcadas, patadas, sus uñas lastimando más piel. No puede ceder, no puede dejar que ambos se priven de la recompensa de ayudarla. 
   Un intento de Grito, apenas audible esta vez. Ella ya no se mueve, eso lo consuela, ha entendido quien es el bueno. La hace suya; gentilmente, sin prisas. Ella no se resiste, está quieta, tranquila. Cuando termina la viste nuevamente. Ella no opone resistencia, su mirada perdida le dice que no ha estado mal, que incluso pudiera sentirse satisfecha. La deja dormir ahí, a mitad del callejón, ha sido una noche difícil. Camina de nuevo a su casa, con la mirada fija en el suelo.
   Un grito, a su espalda, no muy lejos de donde ha cobrado su ofrenda. Probablemente alguien mas tenga la oportunidad de ser un héroe, por esta noche ha sido suficiente.

24 de marzo de 2013

Y aquí sigo, recordándote en el gris amanecer que entra por mi ventana.

8 de noviembre de 2012

La tercera puerta



Le pareció que la casa respiraba serena y apenas perceptiblemente, como cuando uno duerme en paz y tranquilo; a cada paso que daba, la madera del piso crujía a sus pies, y el tapiz de las paredes danzaba al compás de la ocre luz que emanaba la lámpara de queroseno sostenida por su mano. Manuel avanzaba por el pasillo principal de la antigua casa que antaño perteneció a sus abuelos, y en cada rincón que era liberado de las tinieblas por la cálida luz, encontraba pequeños pasajes de su infancia; como suele pasar, la recordaba más grande y un tanto menos triste, pero la recordaba vívidamente.

Conforme se adentraba en las entrañas de la vieja casona, contaba mentalmente las puertas situadas a ambos lados del pasillo; la primera era el baño común, aquel donde la abuela lo obligaba a tomar un baño mientras ella esperaba fuera, para asegurarse de que el pequeño estuviera seguro en todo momento. La segunda pertenecía a la recamara de los abuelos; bastaba con empujarla un poco para que, en las noches de pesadillas, pudiera escabullirse a refugiarse entre cobijas y cariño. Y por último, justo antes de las escaleras, estaba la tercer puerta, siempre cerrada para él. Era el único secreto que su abuelo le guardaba, su estudio; lo veía entrar, permanecer horas y horas ahí dentro sin saber que hacia; y salir con la vista cansada. Jamás se le permitió entrar, jamás se le permitió asomarse siquiera; y jamás hablaron de que era lo que había allí dentro; para Manuel, La Tercer puerta siempre fue un misterio.

Permaneció de pie ante la puerta por unos momentos, indeciso y un poco nervioso; por fin, se atrevió a girar la perilla… cerrada con llave, como lo imaginaba; o mejor dicho, como el testamento del abuelo lo advertía: “Sabrás lo que hay, y será para ti; pero tendrás que encontrar la tercer llave para la tercer puerta, al pie de donde el alma se refugia de las tinieblas”.

-La tercer llave-  Llevaba pensando en eso desde que compró los pasajes de avión, y siguió cavilando todo el vuelo; buscando en sus recuerdos algún indicio de la llave, o de algo que le ayudara a  comprender las palabras del abuelo; pero no pudo obtener nada.

La luz mantenía su arrítmico danzón, indiferente a la perplejidad del hombre que portaba la lámpara, hasta que un movimiento brusco la hizo vacilar un poco; Manuel no pensó en otra cosa que hacer, más que dirigirse al cuarto de los abuelos, y recostarse en aquella cama que tanto lo había reconfortado para pensar un poco. Caminó hacia la puerta de los abuelos, y bastó un ligero empujón para que la puerta cediera con un rechinar que delataba cuanto tiempo había permanecido cerrada.

Reconoció al instante ese aire viejo y familiar que acaricio su rostro y cabello; demostrándole cuanto había extrañado al pequeño niño que se escabullía por las noches dentro de la recamara. Y conteniendo el aliento, recorrió con la mirada el lugar, se detuvo al centro y ahí, bajo la ventana, estaba la cama de sus abuelos, bañada por la luz de la luna, tal y como la recordaba, su… su refugio! Caminó de prisa hacia la cama, y con los movimientos de quien tiene la certeza de algo, se arrodilló, puso la lámpara junto a él, en el suelo, y comenzó a examinar las patas de la cama; sabía exactamente que buscaba, y donde lo podía encontrar.

Busco en la pata más cercana a la pared, la de su lado derecho, no había nada que pudiera parecerse a lo que buscaba, continuó con la de enfrente, la examinó lentamente con sus manos, y de pronto lo notó: un pequeño bulto en el lado interior del poste. Tras un pequeño esfuerzo pudo desprenderlo de la madera, y lo analizó a la luz de la lámpara; era una llave muy hermosa, y estaba seguro que era la llave que abriría aquella puerta que siempre quiso abrir.

Se incorporó apresurado y salió de la habitación, en pocos pasos llegó ante la tercer puerta, agitado más por la emoción que por la breve carrera; introdujo la llave en la cerradura, y rogando con toda su alma que fuera la correcta, la giró… clic!, el marco de la puerta lanzo un breve crujido mientras esta se abría lentamente. La luz de la lámpara desgarró sin piedad la oscuridad que por años había habitado el estudio del abuelo. Difícilmente lograba creer que estaba de pie ante el secreto más grande de su infancia, aunque muchos lo vieran como un secreto estúpido. Con pasos vacilantes se adentró en lo que parecía un almacén de libros hechos por un artesano y no en una imprenta, con las pastas homogéneamente cafés, y con solo números dorados por títulos, incontables ejemplares.

Su miraba devoraba el lugar, columnas y columnas de libros, estantes, repisas, mesas, en todas ellas había infinidad de ellos, menos en una; la mesa de un rincón, que de día debía de ser el más luminoso, por su proximidad al ventanal, estaba casi vacía, solo había un libro sobre ella. Manuel se acerco curioso, iluminando siempre con su lámpara para no tropezar con los montones de libros; cuando quedó frente a la mesa, vio el numero que estaba inscrito en la pasta del libro: un uno romano, sin dudarlo colocó su fuente de luz sobre la mesa y tomó el libro entre sus manos con el mayor respeto que alguien pudiera tener por algo.

Lo abrió, y observó que no había editorial, ni edición, ni autor; lo único que había escrito en la primer hoja era la frase “Para ti”; cambió la pagina, y notó que el libro estaba elaborado por completo a mano, en una caligrafía que él conocía muy bien: la de su abuelo. Sin poder creerlo, el mundo se desvaneció a su alrededor en cuanto comenzó a leer con avidez líneas con las que comenzaba esa infinidad de volumenes:

“…y de pie, frente a esta misma mesa, comenzó a descubrir todos los secretos que una vida puede guardar…”


22 de junio de 2012

El viaje


            La brisa se escabullía por la ventana del auto, mientras su distraída mente observaba cómo un par de faros azulados iluminaban la carretera; las líneas divisoras aparecían y desaparecían, intermitentes, infinitas. El aire traía un olor a humedad, a fresco, a recuerdos; y el motor arrullaba su mente, evocándole imágenes, rostros, palabras.
           
Una recámara iluminada por la perezosa luz del alba; un aire enrarecido, frio y seco que se filtra hacia su garganta; una cama que no es la suya, en una recamara que no es la suya.

            Las curvas de la carretera no logran sacarlo de su cavilar; por primera vez, no analiza lo que pasó, se conforma con recordarlo, con revivirlo aunque sea un poco. A cada lado del camino, las luces mortecinas en complicidad con los arbustos, forman sombras deformes, que sin parecer nada, lo parecen todo.

            El olor a fresco, a limpio de una cabellera suelta; sus dedos jugueteando con los mechones de ese cabello. La respiración contra su cuello; serena, confiada, tranquila. La luz nocturna se alcanza a filtrar por las cortinas e ilumina un rostro que está acostumbrado a ver; pero nunca en esa situación: un rostro que duerme, que sueña con Dios sabe qué; pero que parece estar feliz.

            Las luces de los carros contrarios apenas si logran distraerlo un poco de su mundo. Señales le indican que aun falta un poco para su destino, que tiene tiempo de seguir pensando sin pensar.

            Labios que dicen “vete”, y brazos que se afanan a su cuerpo; contradicción de ideas, de sentimientos; él mismo no sabe si debe quedarse o simplemente irse; decide buscar una excusa tonta y permanecer; ella insiste con palabras, pero acurruca su cuerpo al de él, y poco a poco se queda dormida en sus brazos.

            Un foco en el tablero marca que el combustible es apenas el suficiente para llegar a la próxima gasolinera, y decide prestar atención a las luces distantes. Suelta un poco el acelerador, y el sedan se desliza aun más silencioso por la carretera.

            La luz entra con más fuerza por las ventanas; a su lado la única persona con la que ha pasado toda una noche simplemente abrazado, sin esperar más, sin buscar más, sin necesitar más; dentro de él, un miedo se manifiesta: teme que ella se arrepienta de amanecer junto a él, que las cosas se compliquen, que todo se vaya al carajo; entonces la siente moverse  y voltea hacia ella; con los ojos abiertos y un poco desconcertada voltea a verlo, se queda pensativa y avergonzada un instante; él siente que sus temores están a punto de hacerse realidad; pero del rostro de ella desaparecen el desconcierto y la vergüenza, entonces se acurruca junto a él, y pronuncia las palabras que el jamás imagino escucharía de ella en esas circunstancias: “Buenos días”.

            A lo lejos, las luces de una gasolinera lo sacan de su cavilar; reduce la velocidad, y sale de la carretera. Baja del vehículo y se dirige a la caja. Llena el depósito de combustible y aprovecha para revisar los niveles del auto, y la presión de los neumáticos; ya no viaja solo, ya no puede darse el lujo de ser irresponsable. Sube al auto, y lo pone en marcha; voltea al asiento del copiloto, y ahí la ve a ella; dormida en un sueño ligero, pero tan tranquila y feliz como la recuerda la primera vez que durmieron juntos, sin hacer nada más que abrazarse. Se inclina sobre ella y le da un beso en la frente antes de incorporarse a la carretera, y seguir el viaje que siempre quiso hacer con la persona indicada.



26 de enero de 2012

La parte enferma de mi

   Hoy me senté a platicar con una parte muy enferma de mí, esa parte que no tiene consideración por los sentimientos, o por la delicadeza; esa parte que solo escupe su rabia, que solo suelta su coraje, que arroja palabras sin sopesar el daño que pueden causar. Y platicando con esa miserable y gloriosa parte de mí llegue a la conclusión de que no es justo no poder soltarla de vez en cuando.

  No es justo no poderte decir de frente, casi gritando y agitando mis manos como un loco, que tu egoísmo no te deja ver el daño que puedes llegar a ocasionar. Y es tan frustrarte no poderte gritar que no soy cualquier imbécil que se cruzó en tu camino, y decirte de la manera mas grosera que estoy harto de ver como repites la misma historia una y otra, y otra vez; sin aprender, sin tomar un poco de sabiduría de lo que la vida te arroja.

   No tienes ni idea de lo frustrarte que es sentirse desechable; ver que cuando encontraste a otro "amor de tu vida" pasajero, te olvidaste de quien soy: y hoy que necesitas de alguien, vienes a clavar un puñal que estaba logrando sacar limpiamente, sin rencores; pero no!! tenias que venir a decirme cuanto te duele perder a esa persona; tenias que venir a mostrarme lo que sufres por el: y lo peor de todo, que hasta que las cosas no estuvieron mal con el, te acordaste que soy tu amigo Monroy... bonita fregadera.

   Se que lo vas a leer, y se que sabrás que es a ti a quien va dirigido, tal vez lo leas en algún momento de nuestra amistad donde todo esto se arregló, y los pajaritos cantan y en el cielo solo hay arcoiris... en cualquiera de los casos, es justo que lo leas, y te des cuenta aunque sea tarde de lo que estas haciendo. Y si, si espero que te sientas mal, por que al fin y al cabo es una buena manera de aprender.

   Por mi parte he aprendido muchas cosas, muchas de las cuales no te dejan bien parada; pero no pienses que te aborrezco, o que ya no quiero tu amistad, no se trata de eso. Se trata de sacar por un momento todo esto que me esta carcomiendo por dentro, y que apenas lleva unas horas gestándose; de sacarlo antes que me haga daño y me obligue a ver las cosas de otra manera.

   Te voy a ser sincero, muy muy sincero: una parte no tan enferma de mí, se alegra que estés pasando por esto, no por verte sufrir, sino por que tienes otra oportunidad para ver que es lo que estas haciendo de tu vida; por que tienes otra oportunidad de ver de que manera estas tomando decisiones; por que tienes otra oportunidad de APRENDER de tus errores: y espero la aproveches.

   Por el momento abandono este espacio de expresión, me iré a seguir platicando con esa parte tan enferma de mí que, en estos momentos, me hace muy muy feliz.

4 de enero de 2012

Alguna estrella

   Esa noche hacia más frío de lo usual, y el se encontraba de pie en el patio de su hogar, abrigado y con un recuerdo encendido en la mano; cuando las cosas se ponían feas, tendía a encender uno y fumarlo lentamente. El cielo estaba despejado, e invitaba a hechar un vistazo y contemplar la belleza de un universo sin fin, virgen y misterioso.
   Su mirada no pudo evitar toparse con una estrella en particular; una estrella que tenía historia, recuerdos y memorias; todos ellos muy bellos; pero cada uno le recordaba aquel aquel amor que fracasó, a todas las promesas que se hicieron y no se cumplieron, a todos los planes que se esfumaron en el aire.
   Recordó la noche en que la estrella fue bautizada, y recordó que el nombre se le puso en alusión al suyo propio. Vio las imágenes de como se recostaba con la propietaria del celeste cuerpo a contemplarla, callados el uno junto al otro, las unas veces abrazados, o tomados de la mano simplemente.
   Pero el pensamiento mas fuerte, mas vívido e intenso fue recordar que superó esa ruptura. Que cuando su corazón parecía no poder partirse en pedazos mas pequeños, decidió tomarlos y armarlo de nuevo. Recordó que pudo reponerse a la perdida mas fuerte que había sufrido.

   Y justo en ese momento, una lucidez casi letal lo atravesó: "Pude superar eso; puedo superar también todo esto!"

   Apagó su recuerdo y tiró al cesto de la basura la colilla, entró en su casa y dejó tras de si muchas de sus penas.

3 de enero de 2012

Lo más triste

Cuando ella le dijo "No hay nada más triste que escuchar a un cachorro llorar", el solo pudo pensar "cómo se nota que no has visto a un hombre derramar una lagrima por amor"

25 de diciembre de 2011

Lista de agradecimientos

   Hace unos momentos vi un vídeo, de esos que no me gusta ver. El titulo: "Manual para ser feliz". Sinceramente pensé que era un vídeo positivista, que pretende saber los secretos de la vida; pero en realidad es un buen vídeo, con muy muy buenos consejos. Y de ahí saque este: hacer una lista de agradecimientos. Así que sin mas preámbulo:

   Gracias padre, por que me mostraste que ser un gran padre, no significa darme todo lo que quiero; significa darme un ejemplo de vida.

   Gracias madre, por que a pesar de todas nuestras diferencias, me amas por quien soy, y tienes fe en mi.

   Gracias hermana mía, por que has sido una buena compañera de infancia, y en mi etapa adulta, aunque no lo sepas, eres un refugio de toda la porquería que aveces me arroja la vida.

   Gracias a Caroh, mi caro favorita. Por que me ha mostrado lo que una persona que me ama como amiga, es capaz de soportar, solo por el hecho de quererme y ser mi amiga.

   Gracias Steff, por que a pesar de todo, siempre has estado ahí para mi, y por tenerme en llamadas gratuitas, tu sabes lo mucho que ha servido eso.

   Gracias Lily, por formar una parte de mi vida tan grande, en tan poco tiempo; gracias por que sé que siempre estarás a mi lado, pase lo que pase.

   Gracias Barbarita, por ser mi fb-novia, y por soportar TOOOODAS mis cantaletas, por tenerme la confianza de contar conmigo, y por esa sonrisa priceless al enterarte que no me iría.

   Gracias Fedra, por que me mostraste lo mucho que se puede valorar a alguien, y por correr a abrazarme el día en que regrese a la escuela, no tienes idea de lo mucho que significó eso para mi.

   Gracias Perla, por ser mi compañera de parranda, mi amiga incondicional, y una de las personas mas alivianadas que conozco.

   Gracias pastora Yolanda, por que a pesar de ser quien soy, y como soy, recuerdo muy agradecido que usted hablara como mi madre, para defender a alguien que después la lastimaría así.

   Gracias tia Claudia, por que en verdad erres una magnifica tía, y me has ayudado en tantas y tantas ocasiones.

   Gracias hermana Gema, por haberme adoptado como tu hermano mayor, alguien que me elige como familia, merece todo mi cariño, aunque no hablemos mucho últimamente.

   Gracias a aquella persona que una vez tomó todo lo que yo sentía, y lo dejo ir sin mas ni mas, me enseñaste que lo que siento es muy importante, y no debo de andarlo ofreciendo a cualquiera.

   Gracias Christian, por que a pesar de todo, siempre has estado dispuesto a decirme la verdad, y a mostrarte amigo, aunque yo no sea la mejor opción para eso.

   Gracias Horacio, por que has sido un buen carnal, y no te has cansado de mi amistad.

 

Y por ultimo

  Gracias a la vida, que me ha tratado muy bien, y muy mal; que me ha obligado a endurecer,e, y a ablandarme. Si tu no te lees en esta lista, no significa que no este agradecido contigo; pero estas son las personas que marcaron mi vida de alguna manera. Los invito a hacer una lista así, es bastante revelador :)

24 de diciembre de 2011

El pequeño ismael

   En estos momentos me acuerdo de aquel pequeño, uno llamado Ismael. Recuerdo cuando lloraba por que algo realmente le dolia, y cuando corría a brazos de su madre, para que le secara el llanto y le dijera que todo iba a salir bien.

   Hoy ese niño esta sentado junto a mi, acariciando mi espalda, y diciendome que todo va a salir bien. Yo ya no puedo correr con mami, pero aun puedo llorar como chiquillo.

   Se que si leen esto pueden pensar que soy patetico, y si, tal vez lo soy. Pero asi me siento, despues de años de sentirme invencible, hoy me siento muy vulnerable, me siento algo solo, me siento muy melancolico, me siento confundido, me siento triste, muy triste, me siento intranquilo, me siento... tan yo.

   Hoy no tengo ganas de corregir las faltas de ortografia, ni poner acentos, ni preocuparme por las comas. Hoy quisiera tener el poder de reparar vidas. De borrar recuerdos. De caminar en el tiempo. De ser sabio y prudente.

   Y tambien confesare que hoy quisiera poder ser visto de otra forma, de otra manera. Quisiera dejar de llorar, y que mis lagrimas no cayeran en el teclado.

   Quisiera poder decirle a este pequenio que esta mirandome extrañado, que no se preocupe, que aveces la vida sonrie, y aveces nos da la espalda. Pero sigue siendo bella, y llena de sorpresas.

   Quisiera decir tantas cosas, escribir todo lo que siento, pero la mejor manera de dejarlo salir, es asi, con unas cuantas lagrimas, lagrimas que tenian mucho sin asomarse.

23 de diciembre de 2011

En el muelle

   La gélida brisa jugueteaba con sus finos cabellos al pie de aquel muelle. Muelle que se internaba desafiante en el mar, como un brazo que se extiende ansioso por tomar entre sus dedos a la nave que traería de regreso a su hombre. Y ella esperaba, impasible, con un corazón que latía brioso en la espera; sus almendrados ojos escrutaban el horizonte; y sus manos, refugiadas debajo de su hermoso abrigo, se entrelazaban alrededor de la sortija que había aceptado años atrás.
   Al fin, un punto en el horizonte se dibuja y su corazón se detiene por unos momentos, justo lo suficiente para sentir que el aliento se le escapa de los labios. Es el barco de su amado; la sangre se le vuelve de fuego, y a sus oídos parece llegar el bullicio de los marineros.
     Casi no puede soportar ver el barco atravesar la bahía. La necesidad apremiante de abrazar a su esposo se apodera de su cuerpo,  la piel se le eriza con recordarlo, y sus labios tiemblan ante la emoción de poder besarlo nuevamente. Por fin la nave está lo suficientemente cerca para que ella pudiera verlo erguido junto al asta, con su porte firme y varonil; y en la mirada, ese contraste tierno que solo el poseía.
   Tras meses de estar lejos de él, ella no es dueña de sus emociones y sentimientos. Se arroja a sus brazos y esconde su pequeña cara en el pecho de su hombre. Las lagrimas le surcan en rostro, y lo abraza tan fuerte que siente sus propias uñas encarnársele en la espalda.

Con su gran mano el toma el rostro de su esposa, y ahi, en medio del muelle que ha sido testigo de dias de espera- sella con apasionado beso toda una temporada de suspiros y preocupaciones.